La estrategia sobre Economía Circular de la Unión Europea (UE) tiene como objetivo transitar hacia un modelo productivo más sostenible, reduciendo el uso de energía y de distintos materiales y procurando reintegrar los residuos en el ecosistema o, a su vez, hacia nuevos procesos productivos. 

En este esquema, los plásticos juegan un papel fundamental dado que, por sus características, son clave para industrias como la de la alimentación, la de la automoción o la sanitaria. Sin embargo, es necesario que los Estados miembros aborden todavía con mayores recursos su impacto medioambiental. Para ello, Europa ha marcado 2030 como fecha clave. En este año, todos los plásticos que se comercialicen en el continente deben ser compostables, reutilizables o reciclables de un modo rentable.

A partir de ese momento, el desafío es el de haber asentado las bases de una nueva economía del plástico, en la que la producción respete plenamente las necesidades de reutilización y reciclaje, mientras que se desarrollan y promueven materiales más sostenibles. De hecho, el plan de acción inicial de 2015 adoptado por la Comisión Europea ya alertaba de que el camino para poner freno a la contaminación plástica y su impacto negativo en la vida de los ciudadanos era fomentar la innovación. Esto significa contribuir no solo a que se reutilice más plástico sino a alargar su vida útil y su uso continuado en distintas industrias y sectores.

La innovación en el reciclado de plástico alarga la vida útil de este material y su uso en distintas industrias

Por ello es fundamental la labor de compañías como RepetCo, que ofrece un sistema patentado propio, respetuoso con la naturaleza, a través de envases de PET/PE multicapa alimentarios de origen postconsumo. Por medio de un proceso único, se generan rPET pellets y rPE que pueden ser utilizados de nuevo en la industria alimentaria con bandejas y envases de láminas multicapa de PET/PE; en botellas para refrescos o detergentes; y en fibras para la industria textil y del automóvil.

Bioplásticos, plásticos compostables o biodegradables

Para comprender mejor esta nueva realidad sobre el uso del plástico hay que diferenciar entre los plásticos que son biodegradables, los que son compostables y aquellos que se denominan directamente como bioplásticos.

Los plásticos biodegradables se pueden degradar en dióxido de carbono y agua por medio de la acción de microorganismos existentes en el medio en que se encuentran. El ejemplo más común es el de las cápsulas de detergente.

Por su parte, los plásticos compostables son aquellos que, finalizada su vida útil, se descomponen, transformándose en compost orgánico sin dejar residuos orgánicos. Las bolsas para la recogida de residuos o algunos tipos de filtros de café son ejemplos de plástico compostable.

En cuanto a los bioplásticos, estos provienen de fuentes biológicas renovables o de productos vegetales, como residuos agrarios, fécula de patata o algas, que se transforman en materia prima con la que elaborar plástico. Quizá el ejemplo más conocido es el de la caña de azúcar, que tras distintos procesos se puede transformar primero en etileno y luego en polietileno, que es un tipo de plástico que tiene diversos usos comerciales.

El plástico compostable termina transformándose en compost orgánico que no deja residuos en el ecosistema

Una estrategia en varios frentes

Para tener éxito en sus objetivos, la UE apuesta por el aprovechamiento del plástico a través de distintas vías, como el reciclaje o el plástico compostable.

En relación al reciclaje, la premisa es consolidar un sistema que transforme por completo el tradicional modelo lineal de consumo, pasando del usar y tirar a otro basado en el aprovechamiento constante de los envases de plástico. La reutilización del plástico servirá, para mejorar el acceso a recursos para muchas industrias, abaratando los costes, y, también, ofrecerá una importante oportunidad de negocio para las empresas que apuesten por la innovación en el reciclaje de envases rPET, aumentando la gestión de los materiales plásticos y alargando su vida útil.

Además, se pretende favorecer el uso de plásticos biodegradables y compostables bajo el reto de que, en 2030, la plena implantación de la Economía Circular en Europa reducirá los residuos urbanos en el entorno de un 65%. Para lograrlo, será preciso continuar fomentando la innovación, que permita mejorar los diseños y los sistemas de gestión y que, en definitiva, alargue la vida útil del plástico. Si se apuesta con firmeza por ello desde todos los estamentos no solo se estará contribuyendo a crear puestos de trabajo en una industria de futuro, sino que, además, se reducirá significativamente el volumen de emisiones de gases de efecto invernadero y la dependencia de los países europeos hacia el uso de combustibles fósiles.

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